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Día Internacional de la Tolerancia: Respeto activo

El 16 de noviembre, el calendario global te pide que hagas un examen de conciencia profundo. Es el Día Internacional de la Tolerancia, una conmemoración que te exige más que solo asentir con la cabeza a las diferencias. Te pide una actitud activa: el respeto, la aceptación y el aprecio de la extraordinaria diversidad humana.

Durante demasiado tiempo, la tolerancia ha sido malentendida como pasividad, como aguantar a regañadientes lo que no te gusta o ignorar lo que te incomoda. La UNESCO te dice que esto es un error: la tolerancia es una exigencia política, una obligación moral y la única llave para la coexistencia pacífica. Es la base de la cultura de paz.

En el contexto actual, marcado por la polarización política, el auge de los discursos de odio en línea, la intensificación de las tensiones migratorias y los conflictos geopolíticos, la tolerancia no es una simple cortesía social, sino una necesidad urgente para la supervivencia de la democracia y la paz global.

La intolerancia, en todas sus formas (racismo, xenofobia, discriminación), es el enemigo jurado de los derechos humanos.

Este artículo te invita a comprender el verdadero significado de la tolerancia, a diferenciarla de la indiferencia y a asumir tu papel activo en la lucha contra la intolerancia en tu vida cotidiana y en el espacio digital.

Tu capacidad de convivir en armonía con el que es distinto a ti define el futuro de la humanidad. Es un acto de voluntad y de inteligencia emocional que te engrandece como persona.

Origen: La declaración de la UNESCO (1995)

Para entender la magnitud del Día Internacional de la Tolerancia, es esencial volver a su punto de origen. El 16 de noviembre no se elige al azar.

Fue en esta fecha, en 1995, cuando los Estados Miembros de la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, adoptaron la Declaración de Principios sobre la Tolerancia.

Este evento fue la culminación del Año de las Naciones Unidas para la Tolerancia (1995). La Declaración nació de la profunda convicción, reafirmada en el Preámbulo de la Constitución de la UNESCO, de que la paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.

La Declaración de 1995 no fue un mero documento de buenas intenciones; se convirtió en el faro que definió el término para el siglo XXI, elevándolo de ser una simple virtud personal a convertirse en una exigencia política y jurídica ineludible para las naciones.

Los pilares de la declaración

El documento establece principios claros que tienen consecuencias directas en cómo deben operar los Estados y cómo debes actuar tú como ciudadano:

  1. Definición amplia: La tolerancia no es soportar. Es el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y maneras de ser humanos. Es reconocer el valor intrínseco de cada diferencia.
  2. Conexión con derechos humanos: La Declaración conecta la tolerancia directamente con los derechos humanos universales. Cita artículos clave de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), como el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia, religión y expresión. Esto significa que la tolerancia es la condición para que esos derechos puedan ejercerse plenamente.
  3. Deber moral y político: La tolerancia, se declara, no es solo un deber moral, sino una exigencia política y jurídica. Debe ser la base de la justicia y la imparcialidad en la legislación y en la aplicación de la ley.
  4. Enfoque educativo: Se identifica la educación como el medio más eficaz de prevenir la intolerancia, instando a los Estados a formar ciudadanos con juicio independiente, pensamiento crítico y razonamiento ético.

El 16 de noviembre es, por lo tanto, el día para que tú y tu comunidad rindan cuentas sobre cómo están aplicando estos principios fundamentales en la convivencia diaria. Es un llamado a la acción global para la construcción de una verdadera cultura de paz.

Tolerancia activa vs. indiferencia

Uno de los mayores obstáculos para la comprensión moderna de la tolerancia es la confusión semántica. Como hemos mencionado, la palabra puede sonar a concesión o indulgencia, lo que lleva a la peligrosa idea de la pasividad. Si toleras, parece que no actúas. Esta es la visión que la UNESCO buscó destruir.

El riesgo de la pasividad

Si concibes la tolerancia como mera indiferencia, estás cometiendo un error ético. Si eres indiferente, te encoges de hombros ante la injusticia o la discriminación.

Esto no solo te exime de la responsabilidad, sino que, de hecho, crea un vacío moral donde la intolerancia puede florecer sin oposición. La indiferencia es el caldo de cultivo del extremismo.

La tolerancia activa: el respeto al derecho del otro

La Declaración promueve la tolerancia activa. Esta es una actitud proactiva basada en el reconocimiento de la dignidad inherente y el valor igual de cada persona.

  • Armonía en la diferencia: No es la negación de las diferencias (sincretismo), sino la aceptación de que las personas tienen derecho a ser como son y a expresar sus creencias, su cultura y sus valores, siempre y cuando no atenten contra los derechos de los demás.
  • Voluntad de entender: La tolerancia activa implica el esfuerzo de ir más allá de tu propia perspectiva para intentar comprender el origen de la postura del otro, incluso si esa postura te resulta extraña o incómoda.

La verdadera tolerancia es una virtud que hace posible la paz, contribuyendo a sustituir la cultura de la guerra y la imposición por la cultura del diálogo y la diversidad.

El límite: lo intolerable

Esta es la lección más crucial que debes interiorizar: Nunca debes tolerar la intolerancia.

La tolerancia tiene límites innegociables basados en los derechos humanos. No se invoca la tolerancia para justificar la opresión, la violencia o la discriminación.

Cuando una creencia o acción:

  • Promueve la violencia física o verbal.
  • Justifica la discriminación sistemática (racismo, xenofobia, sexismo).
  • Busca suprimir los derechos y libertades fundamentales de un tercero.

En ese momento, tu deber ético como ciudadano de una sociedad democrática es dejar de tolerar y pasar a la acción. Esto puede significar denunciar, legislar, educar o movilizarse para proteger a las víctimas. La tolerancia es para las personas y las ideas que se expresan pacíficamente; no es una armadura para los opresores.

Tolerancia, democracia y justicia

La tolerancia es el cemento invisible que mantiene unido el edificio de una sociedad democrática y justa. No puede haber un verdadero Estado de Derecho sin este valor fundamental.

El rol de la ley y el estado

En el ámbito de las políticas públicas y la administración, la tolerancia se traduce en la obligación de las instituciones de garantizar:

  1. Justicia e imparcialidad legal: La ley debe aplicarse por igual. Un Estado tolerante es aquel que castiga la discriminación y garantiza que nadie sea privilegiado o perjudicado en los tribunales, en las oficinas públicas o en la policía, por su identidad, religión o forma de vida. La imparcialidad es la justicia tolerante.
  2. Igualdad de oportunidades: La tolerancia no se limita a la esfera privada. Exige que el Estado elimine las barreras estructurales que impiden a ciertos grupos (minorías étnicas, personas con discapacidad, etc.) acceder a la educación, el empleo y la salud. La tolerancia exige un piso parejo para todos.
  3. Protección al disenso político: El pluralismo político es la máxima expresión de la tolerancia a nivel estatal. La democracia requiere que el partido en el poder tolere y respete la existencia, la crítica y la aspiración del partido de la oposición. Cuando la oposición es demonizada o silenciada, el Estado ha fracasado en su deber de ser tolerante.

El beneficio de la diversidad (la tolerancia inteligente)

La tolerancia es, además, una estrategia inteligente para la prosperidad social. La diversidad no es un problema que deba ser «gestionado»; es un recurso invaluable que debe ser celebrado:

  • Motor de innovación: Las ciudades y empresas que integran a personas de diferentes culturas, con variadas experiencias y perspectivas, generan soluciones más robustas y creativas a los problemas complejos. La homogeneidad conduce al estancamiento.
  • Estabilidad social: Al reducir las tensiones internas y fomentar el sentido de pertenencia en todas las comunidades, la tolerancia minimiza el riesgo de conflictos internos, terrorismo y divisiones sociales profundas. La estabilidad social es el resultado directo del respeto mutuo.

En última instancia, un Estado de Derecho tolerante es aquel que acepta su propia complejidad y la utiliza como fuente de riqueza, no como motivo de conflicto.

El desafío del odio digital

La invención de internet y las redes sociales ha creado el entorno de comunicación más polarizado que la humanidad haya conocido. Si bien ofrecen una plataforma sin precedentes para el diálogo, también han facilitado la rápida propagación de la intolerancia, el acoso y el discurso de odio.

El nuevo rostro de la intolerancia

Los desafíos que el entorno digital impone a la tolerancia son agudos:

  1. El refuerzo algorítmico: Los algoritmos de las redes sociales están diseñados para maximizar la participación, y la emoción más fácil de despertar es la ira. Esto lleva a amplificar contenido extremista y polarizador, creando cámaras de eco que confirman tus prejuicios y te aíslan de perspectivas opuestas, minando la base del entendimiento mutuo.
  2. Anonimato y deshumanización: El anonimato virtual reduce las barreras sociales y éticas. Detrás de una pantalla, las personas son propensas a usar un lenguaje más agresivo, cruel y deshumanizador, lo que facilita el ciberacoso y el linchamiento social sin tener que confrontar a la persona en su humanidad.
  3. La infodemia: La desinformación y las teorías de conspiración se alimentan de la intolerancia. Atacar a un grupo minoritario se vuelve fácil cuando se basa en narrativas falsas o sesgadas que se viralizan rápidamente.

La respuesta del ciudadano digital tolerante

No puedes ser un espectador pasivo ante el odio en línea. Tolerar el discurso de odio es permitir la violencia real.

  • Sé un curador crítico: Aplica el pensamiento crítico. Antes de compartir o reaccionar, pregúntate: ¿Esta información me está haciendo odiar o desconfiar de un grupo específico? ¿Está basada en hechos? Romper las cadenas de desinformación es tu primer acto de tolerancia digital.
  • Denuncia y contrarresto: Tienes el deber de denunciar el contenido de odio y el acoso en las plataformas, y también de contrarrestarlo. No se trata de censurar, sino de utilizar la misma herramienta (la palabra) para ofrecer perspectivas basadas en el respeto y la evidencia.
  • Exige responsabilidad a las plataformas: Los usuarios deben exigir a las empresas tecnológicas que implementen políticas de moderación de contenido transparentes y basadas en los estándares de derechos humanos. El lucro nunca debe estar por encima de la dignidad humana.

El espacio digital es un reflejo de la sociedad, y depende de tu acción si ese reflejo será de respeto o de conflicto.

La educación como prevención

La Declaración de la UNESCO es categórica: la educación es el medio más eficaz de prevenir la intolerancia. La tolerancia no es una cualidad innata; es una habilidad que se aprende, se practica y se desarrolla a lo largo de toda la vida. Es la piedra angular para sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.

La educación para la tolerancia debe ir mucho más allá de las clases de historia o geografía; debe ser transversal, ética y enfocada en el desarrollo de capacidades emocionales e intelectuales.

Pilares para enseñar la tolerancia en la infancia y la juventud:

  1. Enseñar derechos como base: La primera etapa es simple: debes enseñar a las personas los derechos y libertades fundamentales que comparten. Es vital que los niños entiendan que sus derechos terminan donde comienzan los derechos del otro, y que su libertad de expresión no incluye el derecho a difamar o atacar la dignidad ajena.
  2. Fomentar el pensamiento crítico: La intolerancia se alimenta de la mente cerrada y la obediencia acrítica. La educación debe fomentar la capacidad de juicio independiente y el razonamiento ético. Esto significa enseñar a los jóvenes a cuestionar los dogmas, a resistir la manipulación de la propaganda y a analizar la información de forma objetiva, incluso cuando va en contra de sus creencias familiares o culturales.
  3. Desarrollo de la empatía y la inteligencia cultural: La intolerancia a menudo nace del miedo y el desconocimiento del «otro». La educación debe contrarrestar esta influencia. Esto se logra promoviendo el contacto entre culturas, el estudio de diversas religiones, el aprendizaje de idiomas y la inmersión en perspectivas diferentes para desarrollar la empatía.
  4. Enseñar a resolver conflictos sin violencia: La escuela debe ser un laboratorio de democracia y tolerancia. Los programas de mediación escolar y la enseñanza de técnicas de debate respetuoso y diálogo constructivo son esenciales para que los jóvenes adquieran las herramientas prácticas para manejar el disentimiento sin recurrir a la agresión verbal o física.

La inversión en educación es la única garantía real contra el resurgimiento de la intolerancia y el extremismo en las futuras generaciones. Es una inversión en resiliencia social a largo plazo.

Acciones diarias de tolerancia

El Día Internacional de la Tolerancia te exige que aterrices el principio en acciones concretas. La verdadera batalla se libra en el supermercado, en la oficina, en la mesa familiar y en las redes sociales. La tolerancia no es un valor que se active solo el 16 de noviembre, sino un músculo que debe ejercitarse a diario.

Aquí tienes cuatro acciones diarias que puedes adoptar para construir una cultura de tolerancia de forma práctica:

  1. Prioriza el diálogo sobre la imposición (la escucha activa): Cuando te encuentres con una opinión opuesta (ya sea política, cultural o religiosa), tu primer instinto no debe ser silenciar o descalificar. Antes de formular tu respuesta, haz un esfuerzo por practicar la escucha activa. Pregunta, busca clarificar y genuinamente intenta comprender la lógica detrás de la postura del otro. El diálogo no busca la victoria, sino el entendimiento mutuo. Al validar la persona, aunque no la idea, fomentas la tolerancia.
  2. Defiende el derecho a disentir (el rol de observador): si presencias una discusión en la que alguien está siendo atacado por sus ideas (no por su intolerancia), tienes el deber de defender el derecho de esa persona a expresarse. Tu rol como persona tolerante es ser el garante de las reglas del juego democrático: todos tienen derecho a una voz, nadie tiene derecho a silenciar al otro. Puedes rebatir la idea con argumentos sólidos sin jamás atacar a la persona.
  3. Rechaza activamente la discriminación (no seas cómplice silencioso): La tolerancia al intolerante es la muerte de la convivencia. Si escuchas un chiste racista, homofóbico o sexista, o presencias un acto de discriminación en tu lugar de trabajo o barrio, tienes el deber de intervenir, educar o, si es necesario, denunciar. El silencio de la mayoría tolerante es el permiso tácito que necesita el intolerante para operar. Rompe el silencio.
  4. Lidera con el ejemplo en el lenguaje (el poder de la palabra inclusiva): Revisa tu propio vocabulario. Las palabras tienen poder para construir o destruir. Evita el uso de generalizaciones peyorativas, estereotipos y prejuicios en tu forma de hablar. Utiliza un lenguaje inclusivo y respetuoso, que reconozca la dignidad de todas las personas. Este simple acto transforma tu entorno inmediato y modela un comportamiento positivo para los que te rodean, especialmente niños y jóvenes.

Tu ejemplo, multiplicado por millones de ciudadanos, es lo que finalmente puede sustituir la cultura de guerra y confrontación por una cultura de paz. La tolerancia es la valentía de convivir.

El Día Internacional de la Tolerancia (16 de noviembre) es una cita anual con la ética y la realidad. Es un recordatorio urgente de que la paz mundial y el desarrollo sostenible no se logran solo con tratados geopolíticos y grandes acuerdos, sino con un valor fundamental que reside en el corazón de cada persona: la capacidad de respetar y apreciar al diferente.

La tolerancia es la herramienta más poderosa para la cohesión social. Sin ella, la diversidad se convierte en una fuente de conflicto; con ella, se transforma en una fuente inagotable de riqueza y progreso. La intolerancia, por su parte, es el camino más directo al miedo, la polarización y la violencia.

La tolerancia no es una meta distante; es el camino que debes recorrer cada día. Es una actitud que te obliga a salir de tu zona de confort, a cuestionar tus propios sesgos y a interactuar con la complejidad del mundo con una mente abierta y un espíritu justo.

Recuerda siempre la definición central de la UNESCO: la tolerancia es la armonía en la diferencia.

Tu responsabilidad es ser un promotor activo de esta armonía. En este 16 de noviembre, comprométete a transformar la pasividad en acción, el miedo en comprensión y el prejuicio en respeto.

En el campo de batalla digital y en las calles de tu ciudad, la paz empieza con tu acto consciente de tolerar lo diferente, y tu deber activo de rechazar lo intolerable.

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